Por qué se nos antoja el dulce o el salado

Patatas fritas, pizza, una hamburguesa, refrescos, helados… Y el rey indiscutible: chocolate. Los antojos suelen relacionarse con las embarazadas, pero no hay que estar esperando un hijo para tener la sensación acuciante y repentina de tomar un determinado alimento.

Hombres y mujeres de cualquier edad, sin importar su forma física, han sentido la llamada. Asumida su existencia, toca preguntarse: ¿se trata de un aviso de nuestro cuerpo que, alarmado por la escasez de determinado nutriente, nos manda una señal? ¿Debemos dejarnos llevar o resistir la tentación? ¿Por qué siempre nos apetece comida o snacks calóricos en lugar de opciones más saludables?

Los antojos pueden surgir por distintos motivos, factores genéticos o psicológicos que hacen que tengamos una predisposición por el dulce o el salado o, en un porcentaje muy bajo, por una carencia puntual de determinados nutrientes.

Sin embargo, «lo más habitual y lo que nos ocurre a todos en algún momento, es que nos sentimos atraídos por determinados alimentos porque nos hacen sentir bien.

No hay que olvidar que el ser humano no sólo come por necesidad sino también por placer», explica Alejandro Fernández, doctor en Medicina y especialista en Medicina del Trabajo de la Clínica Universidad de Navarra. Y son los alimentos dulces los que tienen mayor componente dopamínico. Es decir, la capacidad de generar endorfinas cuando los consumimos, las llamadas hormonas de la felicidad.

El problema con este tipo de alimentos es que el sentimiento de energía y bienestar dura muy poco tiempo. «Caen los niveles de azúcar en sangre a la misma velocidad que han subido, lo que nos provoca un bajón y un sentimiento de cansancio, ansiedad y de nuevo el antojo de azúcar», advierte Beatriz Larrea, coach y nutricionista holística. Además, el cuerpo reclama azúcar cuando las reservas de insulina del cuerpo han disminuido. «Transcurridas tres o cuatro horas desde la última comida nuestro organismo nos reclama azúcar porque es la forma más rápida de obtenerla», asegura Pablo A. López, dietista-nutricionista del Recreativo de Huelva.

Escuche a su cuerpo

La forma más eficaz de evitar los antojos es, según López, «llevar una alimentación variada, equilibrada y comer habitualmente». Aun así, es inevitable que, de vez en cuando, el cuerpo reclame un extra de combustible. En tales casos los expertos consultados recomiendan escuchar al organismo. «Si se trata de algo puntual no debería haber problema en dejarse llevar. En la cúspide de la pirámide nutricional de la dieta mediterránea, la más equilibrada y completa, está el pastel», recuerda el doctor. «Eso sí, debe tratarse de algo puntual. Si no se controla puede convertirse en la excusa perfecta para un picoteo continuo. No sirven las justificaciones del tipo: Si quiero esta palmera de chocolate es porque mi cuerpo necesita azúcar, pero tampoco debemos ignorar esa sensación de hambre».

La alternativa

Para encontrar un equilibrio entre satisfacer esos antojos puntuales sin sucumbir a la comida basura, López recomienda optar por alternativas apetecibles, pero más saludables. «Si nos apetece algo salado, habitual entre, por ejemplo, deportistas que no se han hidratado bien y tienen carencia de minerales, podemos tomar un pequeño bocadillo de jamón o un puñado de frutos secos, mejor crudos o tostados para que no resulten excesivamente calóricos».

En cambio, si lo que su cuerpo le exige es chocolate está de suerte: «El cacao es un superalimento extraordinario», apunta Larrea. El oro de los aztecas contiene una alta cantidad de magnesio y es rico en antioxidantes, calcio, hierro y cromo. «Recomiendo fervientemente este alimento. Eso sí, siempre que se tome libre de azúcares y lácteos», apunta la nutricionista.

Si lo que siente es antojo de algo dulce, puede optar por un batido de leche de almendra y plátano, piezas de fruta -así se contribuye a la ingesta de la ración recomendada- o yogur.

En situaciones de estrés -estudiantes de exámenes, una entrevista de trabajo, un familiar hospitalizado, etcétera- y estados en los que las hormonas sufren alteraciones -menstruación, embarazo, por ejemplo- también es frecuente que se sientan antojos.

Es fácil dejarse llevar por la sensación dopamínica de algunos alimentos: ese momento reconfortante que proporcionan algunas comidas. Pero cuidado, tal como Larrea advierte, «nunca debemos olvidar que, si el problema no es el hambre, la solución no es la comida».

Archivo: El Mundo -ANA R. CARRASCO. 18 SEP. 2017